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¿Educación en crisis?

15 Ene

No es ningún secreto de estado que la educación atraviesa, en los últimos tiempos (y esto de últimos, en términos históricos, puede abarcar varias décadas, pongamos que desde los años 80 del siglo pasado), un penoso desierto rodeado de oasis espléndidos. Como esta metáfora puede parecer una contradicción incomprensible, intentaré explicarme de forma breve y concisa.

Partimos del hecho indiscutible de que la educación tiene (o debe tener) como fin, la creación y consolidación de la mejor sociedad posible. Por ello, todo sistema educativo presenta, al menos, dos caras: por un lado, es reflejo de las características y el estado general de la sociedad que existe en el momento en que se pone en marcha; por otro lado, debe ser lo suficientemente clarividente y flexible como para prefigurar la sociedad futura y acometer los cambios de rumbo necesarios para llegar a ella.

Sin embargo, es muy posible que, en la mayor parte de las sociedades actuales, no exista una idea clara de cuál es la meta o el fin por el cual se constituyen. Y ello no se debe tanto a determinadas carencias intelectuales o morales, como al incontrovertible hecho de que la gran velocidad a la que se producen los cambios culturales y tecnológicos impide que podamos detenernos a reflexionar y a tomar decisiones sopesadas.

España es un buen ejemplo de ello: desde los años sesenta del pasado siglo, las transformaciones económicas y sociales se han desarrollado a una velocidad de vértigo, sin apenas tiempo para analizarlas, valorarlas y asimilarlas de forma «eficiente» y constructiva. En consonancia con ello, las leyes y sistemas educativos han ido sucediéndose de forma cada vez más rápida, sin tiempo muchas veces para valorar sus ventajas o para «reparar» sus defectos de fábrica, y mucho menos, para que la comunidad educativa (profesores, alumnos y padres) pueda llegar a asimilarlos como algo propio y querido, por conocido y cercano.

Es evidente que no todos tenemos la misma idea de lo que es la educación, pero sí que coincidimos en una serie de objetivos a los que toda sociedad aspira: trabajo, bienestar, seguridad, tiempo libre y buena formación. No sería, pues, tan difícil, lograr un gran pacto político para diseñar el sistema educativo que permitiera alcanzar ese tipo de sociedad. Y todo ello, en momentos en los que podríamos disponer de las mejores técnicas y los profesionales mejor preparados de nuestra historia, así como de la mayor capacidad de financiación y riqueza.

Tenemos, pues, los medios técnicos y humanos, los recursos y las ganas para hacer de la educación, no solo ese gran ascensor social que siempre ha sido, sino la materia primordial para dar forma a la sociedad del futuro. ¿Estaremos tan locos como para seguir transitando por el desierto sin terminar de decidirnos en qué oasis pararnos a beber al menos?  En la siguiente charla TED, Amel Karboul nos narra su propia experiencia como educanda, educadora y experta en educación en su país, Túnez, y en la ONU. Una piedra de toque que nos debería hacer reflexionar.

 

 
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Publicado por en 15/01/2018 en Geografía

 

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