2º ESO – Historia: La Edad Media
La historia de la Edad Media comienza cuando, en el año 476, el último emperador romano de occidente, Rómulo Augústulo, es deportado a Constantinopla y el territorio es repartido entre los grupos de «bárbaros» invasores que se habían asentado en las distintas provincias de occidente. En el siglo XIX, la caída de Roma se convirtió en un mito y fueron muchos los historiadores, literatos y artistas que lo reflejaron en sus obras, tal como se puede ver en la imagen idealizada de dicho suceso que se muestra debajo.
Lo cierto es que Roma y las provincias de occidente, estaban heridas de muerte desde la crisis del siglo III, cuando la economía colapsó y la inflación empobreció a la población, que se vio obligada a buscar en el campo el sustento que, ante la falta de suministros, ya no era posible en las ciudades. Éstas, por su parte, se adentraron en un declive del que no se recuperarían en muchos siglos, iniciándose entonces un proceso de intensa ruralización en Occidente. Los grandes terratenientes (Domini) se convirtieron en los únicos que podían pagar una fuerza armada y garantizar la seguridad y supervivencia de quienes solicitaban auxilio (colonos), y su alianza con los jefes bárbaros les permitió controlar el poder en los nuevos reinos surgidos tras el hundimiento del imperio.
Mientras tanto, desde finales del siglo V, en la parte oriental del imperio, liberada del lastre que suponían las provincias pobres de occidente, se consolida el Imperio Bizantino (o Imperio Romano de Oriente) que, unas décadas después, dirigido por Justiniano, se lanzará a la gran empresa de reconquistar Occidente, con el fin de reunificar el imperio.
Aunque no logra cumplir su objetivo por completo, este emperador llevará a Bizancio a su máxima expansión, pero también a la ruina económica. Por ello, casi un siglo después, los bizantinos no podrán evitar que los persas primero, y los musulmanes después, les arrebaten las provincias más ricas del imperio: Siria y Egipto.
1. El Imperio bizantino durante la Edad Media.
El imperio bizantino siempre tuvo en su capital, el centro neurálgico del poder político y económico del estado. Constantinopla, fundada en el año 330 por el emperador romano Constantino sobre el emplazamiento de la antigua ciudad griega de Bizancio, era una ciudad imponente, rica e inexpugnable, con grandes murallas, edificios y monumentos, como el Hipódromo, el gran Palacio Imperial o la Basílica-Cisterna.
Sus enemigos exteriores (persas, árabes, cruzados) y los numerosos problemas internos (querellas religiosas, guerras civiles, revueltas, epidemias) fueron debilitando el imperio, hasta que, casi mil años después, en el año 1453, la ciudad cayó en manos de los turcos otomanos, momento que muchos estudiosos señalan como el final de la Edad Media.
El más grande de los emperadores bizantinos fue Justiniano (cuya efigie aparece en el centro del mosaico de la iglesia de San Vital, en Rávena que se puede ver más abajo). Con el fin de reunificar el antiguo imperio romano, sus ejércitos, comandados por el general Belisario (que aparece en la imgen a la izquierda del emperador), se lanzaron a la conquista de la península itálica, en manos de los ostrogodos, el norte de África, donde se habían instalado los vándalos, y el sur de la península ibérica, que fue arrebatado a los visigodos, recuperando así el control del Mediterráneo occidental.
Además, Justiniano se dedicó a engrandecer Constantinopla con numerosas obras, templos y edificios, entre los que destaca la espléndida basílica de Santa Sofía, y a recopilar las leyes del Imperio en el llamado código de Justiniano, con el fin de dotarlo de mayor cohesión interna.
Sin embargo, la gran cantidad de recursos empleados, dejaron las arcas del tesoro vacías y el Imperio no pudo defender sus fronteras cuando, apenas un siglo más tarde, las provincias más ricas, Siria y Egipto, fueron conquistadas, primero por los persas y, definitivamente, a mediados del siglo VI, por los árabes. Por otro lado, el imperio se sumió en una serie de conflictos internos (querellas religiosas, revueltas, etc.) que lo debilitaron aún más. Los más graves fueron las guerras civiles derivadas de la querella iconoclasta, un enfrentamiento entre quienes defendían el uso de imágenes (iconos) en el ritual cristiano, y aquellos que se oponían por considerarlo idolatría (adoración a los ídolos). Una vez solucionados estos problemas, hacia mediados del siglo IX, el Imperio Bizantino inició de nuevo una época de esplendor hasta mediados del siglo XI, con grandes logros culturales y políticos.
Pero desde el siglo XII, eslavos, búlgaros, los caballeros cruzados cristianos y, finalmente, los turcos, fueron atacando, debilitando y conquistando progresivamente sus territorios hasta la caída de Constantinopla en poder de los turcos a mediados del siglo XIV.
Desde el punto de vista político, Bizancio era dirigido por el emperador (basileus), que tenía poder absoluto. Además, gracias a su alianza con la iglesia, se aseguraba el apoyo popular, mientras una sólida administración de funcionarios que recaudaban los impuestos, le permitía mantener el control sobre todos los territorios del imperio.
La economía se basaba en la agricultura, aunque después de la pérdida de Egipto, el comercio y la artesanía de artículos de lujo, se convirtieron en la gran fuente de riqueza del imperio, gracias al control de las grandes rutas comerciales con oriente, debido a su estratégica situación.
Las bases de la civilización bizantina fueron el idioma y la cultura griega, a lo que hay que sumar la enorme influencia ejercida por el clero. Muy ligada al poder imperial, la religión tuvo un peso enorme en las decisiones que el poder político tomaba. En el año 1054, se produjo el llamado Cisma de Oriente, que suponía la definitiva separación de la iglesia oriental (ortodoxa) de la occidental (católica)
El arte bizantino era de carácter ceremonial. Para construir sus templos utilizaban las mismas técnicas y materiales que en la arquitectura romana, aunque dando mayor importancia a la decoración, sobre todo en los interiores, que cubrían con grandes mosaicos. En los techos utilizaban generalmente cubiertas de madera, pero también era frecuente el empleo de la cúpula en el centro del edificio, que era normalmente de planta en cruz griega. Todas estas características se pueden observar en la obra cumbre de la arquitectura bizantina: la basílica de Santa Sofía (en la imagen).
En cuanto a las artes plásticas, destacaron por la maestría alcanzada en el arte del mosaico, por la tallas en marfil y por la gran producción de iconos, o imágenes religiosas pintadas sobre tablas.
2. Los reinos germánicos y el Imperio Carolingio
Mientras el Imperio Romano de Oriente atravesaba por las circunstancias que hemos descrito, en occidente, la evolución histórica de los reinos germánicos fue muy distinta. A pesar de la ruptura de la unidad política, se reforzaban ciertos elementos culturales comunes: muchos de estos pueblos acabarían adoptando el latín como idioma y el cristianismo como religión oficial. Por otro lado, los reinos ostrogodo y vándalo, desaparecieron pronto, conquistados por Bizancio, a mediados del siglo VI; reinos más pequeños, como el de los burgundios o el de los suevos, fueron absorbidos por francos y visigodos respectivamente; por lo que, a comienzos del siglo VII, solo quedaban dos reinos de cierta entidad política: el reino visigodo y el reino franco.
2.1. El reino visigodo
Durante el reinado de Leovigildo, su rey más importante, ocupó la mayor parte de Hispania y estableció su capital en Toledo. Aunque eran una minoría, los visigodos pudieron dominar a la población hispanorromana y controlar el poder gracias al apoyo de los grandes terratenientes y de la iglesia católica, que tuvo siempre una gran influencia en el reino.
La economía y la sociedad continuaron con el proceso de ruralización iniciado durante el bajo imperio romano. Las ciudades siguieron perdiendo población, que emigraba al campo para dedicarse, bajo el patrocinio y protección de los grandes terratenientes, a la agricultura, que se consolidó como base de la economía, mediante un sistema (el colonato) por el que aquéllos ofrecían tierra y protección a los campesinos a cambio de una parte de la cosecha que obtuvieran.
El reino visigodo concluyó cuando, en el año 711, un ejército musulmán al mando de caudillos árabes como Tarik y Muza, derrota a los visigodos en la batalla del Guadalete, y conquista en pocos años la mayor parte de la península, tomando el poder en ella. Los árabes se adentraron en el reino de los francos, pero fueron detenidos por éstos en la batalla de Poitiers, en el año 732. En dicha batalla, el ejército franco estaba dirigido por Carlos Martel, abuelo del fundador del imperio franco: Carlomagno.
2.2. El Imperio Carolingio
Carlomagno, rey de los francos, expandió su reino por Europa occidental y central, así como por Italia y el noreste de Hispania. En el año 800 fue coronado emperador por el papa León III, emulando al emperador bizantino y tratando de recrear el antiguo Imperio Romano de Occidente. Dividió el imperio en condados, al frente de los cuales situó a algunos de sus más fieles nobles: los condes. Además, en las zonas fronterizas y aún no bien dominadas, Carlomagno creó las marcas, dirigidas por nobles con funciones militares. Entre ellas destacan la marca danesa, la marca bretona o la marca hispánica.
Tras la muerte de Carlomagno, sus nietos se repartieron el imperio en el tratado de Verdún (843). La parte occidental (Aquitania y Neustria) originaría el futuro reino de Francia, la parte oriental (Franconia, Sajonia, Baviera y Carintia) daría origen a Alemania y Austria, y entre ambas se situó una franja (Lotaringia) que con el tiempo daría lugar a una serie de territorios de gran importancia en la historia de Europa: los Países Bajos (Flandes), Borgoña, Alsacia y Lorena, Suiza y el norte de Italia (Piamonte, Lombardía, Véneto, los estados pontificios, etc.)
3. La expansión del Islam y Al Andalus
Entre el año 622 y los comienzos del siglo XI, se extiende una época que, tanto en Oriente Medio y el Mediterráneo, como en la península ibérica en particular, estará dominada por un nuevo y gran poder político y militar impulsado por una religión, el Islam, cuyos fieles son llamados musulmanes.
3.1. Formación y expansión del imperio y la civilización islámicas
El fundador de esta religión, Mahoma, nace en Arabia, en la ciudad de La Meca, donde comienza a difundir sus enseñanzas, hasta que en el año 622, perseguido por las autoridades, debe huir a la vecina ciudad de Medina. Dicha huida se conoce con el nombre de Hégira y con ella se inicia el calendario musulmán. Poco tiempo después, al frente de un ejército, el profeta conquista su ciudad natal y la convierte en el centro espiritual de la nueva religión.
No se detendrá allí, sino que proseguirá con sus conquistas hasta dominar la mayor parte de la península arábiga A su muerte, en el año 632, no solo se había iniciado la creación de un gran imperio, sino que la religión musulmana, debido a la sencillez y claridad de sus preceptos, se extendía rápidamente entre la población de los pueblos conquistados.
Los sucesores del profeta al frente del Islam fueron llamados califas y continuaron sus conquistas en Oriente Medio, haciéndose con las ricas provincias bizantinas de Siria y Egipto, así como con todo el imperio persa. Los califas de la dinastía Omeya, por el este, alcanzarán los confines de la India, mientras que por occidente conquistarán el norte de África y, en el año 711, la península ibérica, tras derrotar a los visigodos.
En el año 750, una nueva dinastía, los abasíes, ocupa el trono califal tras encabezar una rebelión contra los omeyas, que son perseguidos y asesinados. Trasladan la capital desde Damasco a Bagdad, que se convertirá en una ciudad legendaria en la que florecerán el arte, la literatura y la ciencia. Un miembro de la familia destronada conseguirá escapar y alcanzar la península ibérica, que los árabes llamaron Al Andalus, donde conseguirá ser reconocido y proclamado emir independiente.
El Islam basó su gran riqueza y esplendor en el impulso que, dentro de su enorme imperio, alcanzó el comercio. A diferencia de Occidente, las ciudades eran grandes y numerosas, y en ellas se desarrollaba una gran actividad artesanal y de intercambio.
La agricultura fue otra de sus bases económicas, gracias a sus altos rendimientos, debidos al empleo de avanzadas técnicas de regadío y a la difusión de una gran variedad de especies vegetales. Por su parte, el islam fue clave en la preservación de la cultura y el saber antiguos, en el progreso de diversas ciencias, como las matemáticas, la geografía o la astronomía, y como intermediario cultural entre Oriente y Occidente.
3.2. Al Andalus. Emirato independiente y califato de Córdoba (756-1031)
Cuando los musulmanes invaden la península ibérica en el año 711, lo hacen con un ejército comandado por oficiales árabes y compuestos por una mayoría de bereberes (pobladores del norte de África o Magreb) y por visigodos resentidos contra el rey Rodrigo. El reino visigodo es conquistado en pocos años y el territorio se convierte en Al Andalus, un emirato dependiente del califato omeya de Damasco.
Tras la batalla de Covadonga (año 722) se retiran del norte de la península, donde se funda el reino de Asturias, y unas décadas después, a finales del siglo VIII (795), son expulsados del noreste de la misma por Carlomagno, donde crea la llamada Marca Hispánica. Finalmente, el dominio musulmán se establece y consolida sobre un territorio que, con capital en Córdoba, ocupa la mayor parte de la península ibérica, y que, desde el año 756, era ya un emirato independiente de Bagdad, proclamado por el omeya Abderramán I.
Posteriormente, en el año 929, Abderramán III se proclama califa, iniciándose así el período de mayor esplendor de la presencia musulmana en España, conocido como el califato de Córdoba, que impuso su hegemonía e influencia tanto en la península como en el norte de África. Una de sus figuras más relevantes fue Almanzor, un caudillo militar que impuso el poder del califato sobre los reinos del norte mediante razzias, o campañas de castigo contra ciudades y pueblos en territorio cristiano. Sin embargo, tras la muerte de Almanzor en 1002, el califato entró en decadencia y en el año 1031, éste se desintegraba en múltiples territorios independientes, llamados reinos de taifas, dirigidos por emires y nobles locales convertidos en reyes.
El período de los reinos de taifas supuso para Al Andalus un lento declive político y militar, aunque mantuvo un gran prestigio cultural y artístico. Así, el rey Alfonso VI de Castilla, antes de que acabase el siglo XI, había logrado conquistar Toledo y, con él, buena parte del interior peninsular. Este rápido avance cristiano, hizo que los reyes taifas pidieran socorro a los almorávides, primero, y a los almohades en el siglo siguiente, que procedentes del norte de África, lograron detener la expansión cristiana durante un tiempo. No obstante, tras la batalla de las Navas de Tolosa, en 1212, la derrota musulmana dará paso a una serie de rápidas conquistas, tanto por parte de Castilla como de Aragón, que reducirán el territorio musulmán al reino nazarí de Granada. En el siguiente vídeo se resume en pocos minutos la historia de Al Andalus.
La sociedad de Al Andalus se componía de hombres libres que se dedicaban a diversas actividades, como el cultivo de la tierra, la artesanía y el comercio. Se dividía en grupos de tipo étnico-religioso:
- Árabes: descendientes de los antiguos conquistadores, eran una minoría, pero ostentaban los más altos cargos del ejército, la administración y la política. Además, poseían las mejores tierras y las fortunas más grandes.
- Bereberes: eran el grupo ocupante más numeroso y se dedicaban a la agricultura y al oficio militar. Ocupaban cargos de menor entidad en la administración.
- Los nativos (de origen hispano): se dividían a su vez en dos grupos, los muladíes, convertidos al islam, y los mozárabes, que se mantuvieron fieles al cristianismo.
- Judíos: eran una minoría dedicada al comercio y el préstamo con usura, con lengua, leyes y religión propias.
La economía se basaba en la agricultura, que empleaba técnicas avanzadas de regadío y molinos hidráulicos y de viento para obtener elevados rendimientos de una rica y variada gama de cultivos (frutales, olivos, morera, algodón, caña de azúcar, etc.) También fueron muy importantes el comercio y la artesanía que se desarrollaban en las ciudades, donde era habitual el uso de la moneda en los intercambios.
Las ciudades tenían un plano irregular, con calles estrechas y sinuosas y numerosos patios y callejones sin salida. Su centro neurálgico era la medina, en la que se encontraban los edificios principales, es decir, el palacio y la mezquita, además de los baños y el mercado. Solía estar amurallada y contaban con una posición fuerte con un castillo o alcazaba. Las ciudades más importantes de Al Andalus en esta época eran Córdoba, Sevilla, Toledo, Granada, Zaragoza y Murcia.
En cuanto a la cultura, la mayor parte de la población era de confesión musulmana, pero también había muchos cristianos y una minoría de judíos. En las ciudades, la lengua dominante era el árabe, pero en el campo, también se hablaban lenguas romances procedentes del latín.
Por lo que respecta al arte, éste se centraba principalmente en la arquitectura. Los edificios tenían un aspecto exterior austero, pero sus interiores contaban con una rica decoración, compuesta por formas geométricas, vegetales y epigráficas (versos del Corán).
Los palacios y alcazabas (como el de la Alhambra, en Granada), contaban con patios con fuentes y jardines que daban frescor en verano y creaban una estética refinada. Las mezquitas constaban de un patio (shan) con una fuente para las abluciones, y una sala de oraciones (haram), en cuyo muro frontal (Quibla) se encontraba el mihrab, hacia donde se dirigen las oraciones de los fieles. Además cuentan con el minarete, o torre desde la que se llama a la oración.
4. Los reinos cristianos de la península ibérica y su evolución entre los siglos VIII y XV
Entre el año 722, fecha de la batalla de Covadonga y la fundación del reino de Asturias, y 1492, en que los Reyes Católicos toman el reino de Granada, surgieron y se expandieron diversos reinos cristianos que, durante este período, entablaron entre sí y con los reinos musulmanes del sur de la península, intensas relaciones, ora pacíficas, ora conflictivas. Un proceso que dio lugar, a finales del siglo XV, al reparto de España entre tres grandes coronas: Castilla, el reino central y más grande, con Portugal al oeste, expandiéndose por el Atlántico, y Aragón al este, expandiéndose por el Mediterráneo.
4.1. Formación y consolidación de los reinos
Entre el año 722 y la conquista, por parte de Carlomagno, de la Marca Hispánica, en el 795, surgieron en el norte de la península varios focos de resistencia cristiana contra el dominio musulmán, que se consolidarían como reinos o condados en tres ámbitos geográficos diferentes:
- En Asturias, surgió el primero de ellos cuando el noble visigodo Pelayo, tras la victoria en Covadonga, se proclamó rey. Pronto se expandió hacia el sur y, tras la conquista de la ciudad de León, en el flanco sur de la cordillera cantábrica, se formaría el reino Astur-Leonés. Más tarde, a comienzos del siglo X, surgió el reino de León que, expandiéndose tanto hacia el oeste (Galicia y condados portugueses) como hacia el este (condado de Castilla), alcanzaría la hegemonía entre los reinos cristianos en dicho siglo. En siglos posteriores, del tronco común leonés, surgirían dos grandes reinos: Portugal y Castilla.
- A mediados del siglo VIII, en el Pirineo occidental (en tierra de los vascones), surgió otro foco de resistencia, primero contra los musulmanes, y después contra los francos (batalla de Roncesvalles), se formó el reino de Pamplona que, con el tiempo se convertiría en el reino de Navarra. Alcanzó su máximo esplendor durante la primera mitad del siglo XI, en disputa con el reino de León, bajo el reinado de Sancho el Mayor
- Carlomagno, durante el último cuarto del siglo VIII, conquistó a los musulmanes el noreste de la península, que recibió el nombre de Marca Hispánica y fue dividido en condados. Con el paso del tiempo, a medida que se difuminaba el dominio carolingio, algunos de ellos (Aragón, Sobrarbe y Ribagorza) formarían el reino de Aragón, y los más orientales, entre los que destacaba el de condado de Barcelona, formarían Cataluña. Ambos territorios, con el paso del tiempo, quedarían unidos bajo la misma dinastía, en la llamada Corona de Aragón.
4.2. Expansión de los reinos y repoblación
A partir de mediados del siglo XI, comienza la gran expansión de los reinos cristianos hacia el sur, con la toma de la ciudad de Toledo (1085) por parte de los castellanos. Se detendrá durante las décadas siguientes debido a la irrupción de los almorávides en Al-Andalus que, no obstante, ni recuperan Toledo ni pueden impedir la toma de Zaragoza (1118) por Alfonso el Batallador, rey de Aragón. Una vez desaparecidos aquéllos, a mediados del siglo XII, se reanuda dicha expansión con la conquista del Alentejo portugués, Extremadura y la Mancha, para detenerse de nuevo con la entrada de los Almohades. La victoria sobre éstos en la batalla de Las Navas de Tolosa (1212), abrirá las puertas a la conquista de los valles del Guadiana, Guadalquivir y Segura, por parte de Castilla, bajo la dirección de reyes como Fernando III; así como de Baleares, Valencia y Alicante por parte de Aragón, bajo el mandato del rey Jaime I. Así pues, al terminar el siglo XIII, el reino nazarí de Granada era el único territorio musulmán independiente en España. Sin embargo, diversas causas como las crisis y conflictos internos que vivirá Castilla, por un lado, y sus excelentes defensas naturales (las cordilleras béticas y el mar) por otro, impedirán culminar su conquista hasta dos siglos más tarde.
En paralelo a las conquistas militares, durante esta época se produjo la llamada repoblación, o proceso de ocupación de tierras despobladas o conquistadas por parte de pobladores procedentes de los reinos cristianos del norte. Hubo varias fases:
- Desde finales del siglo VIII a finales del siglo X, tuvo carácter espontáneo, y era protagonizado por familias campesinas que roturaban tierras abandonadas que se convertían en propiedad suya. A este sistema se le denominó presura, y así se repobló la parte norte del valle del Duero y las faldas de los Pirineos hacia el valle del Ebro. Las comunidades así formadas pedían la protección de los reyes a cambio de vasallaje (fidelidad).
- Durante los siglos XI y XII, fue impulsada por los monarcas y condes que, con el fin de consolidar el dominio de las tierras recién conquistadas, concedían privilegios y libertades (fueros) a los pobladores que se asentaban en ellas. Ello se hacía mediante la concesión de cartas de libertad o de franquicia a los núcleos de población así formados.
- Desde finales del siglo XII y durante el siglo XIII, tuvo un carácter eminentemente militar. El repoblamiento se llevó a cabo por parte de las órdenes militares en las zonas de frontera (dada la peligrosidad de las mismas) y mediante el sistema de repartimientos de bienes y tierras entre quienes participaban en la conquista del territorio. Este sistema dio origen a los grandes latifundios que, propiedad de familias aristócratas, caracterizan desde entonces amplias regiones del sur de España.
4.3. La baja Edad Media en la península ibérica
Durante los siglos XIV y XV, Castilla vivió una época de crisis económica y conflicto político que se saldó con la subida al trono de la casa de Trastámara, tras la guerra civil entre los partidarios de Pedro I y Enrique II. No obstante, este reino se mantuvo como principal potencia peninsular durante esta época.
La Corona de Aragón, por su parte, una vez concluida su “Reconquista”, inició la expansión por el Mediterráneo con la conquista de Sicilia (a finales del siglo XIII), Cerdeña (1323) y Nápoles (1442). En su momento de máximo apogeo, el imperio aragonés en el Mediterráneo llegó a ocupar incluso Córcega y los ducados de Atenas y Neopatria en Grecia. En el siglo XV subió al trono aragonés Fernando de Antequera, con el cual llegó también a Aragón la dinastía de Trastámara.
En 1469, el príncipe heredero, Fernando de Aragón e Isabel de Castilla, que serán conocidos como los Reyes Católicos, contraen matrimonio, propiciando la unión dinástica de las coronas de Castilla y Aragón una vez que Isabel acceda al trono en 1474 y derrote, en 1479, a la pretendiente Juana la Beltraneja en la guerra de sucesión castellana. Mantendrán políticas diferenciadas para cada uno de sus territorios, por lo que no se puede hablar de una unión política. A comienzos de 1492 conquistan el reino y la ciudad de Granada (Una imagen idealizada de la rendición del rey Boabdil se puede ver abajo), que se incorporará a la Corona de Castilla. En ese mismo año, patrocinan el viaje que llevará a Colón hasta América y se producirá la expulsión de los judíos, en un intento de dar mayor cohesión étnica, religiosa y cultural a sus reinos.
La economía de los reinos cristianos se basaba, por un lado, en una agricultura de subsistencia que muy poco tenía que ver con la practicada por los musulmanes en sus huertas y secanos, por lo que no permitía generar mucha riqueza; por otro lado, la ganadería, centrada en la producción de lana, fue ganando peso gracias a los grandes rebaños de ovejas merinas, cuya trashumancia (o migraciones periódicas en busca de los mejores pastos) fue regulada y favorecida por los reyes castellanos. La Mesta fue la organización de grandes ganaderos (muchos de ellos nobles) que obtuvo los mayores beneficios de los privilegios reales concedidos a este tipo de ganadería trashumante. Estos rebaños de ovejas recorrían España de norte a sur y de sur a norte a lo largo de vías pecuarias establecidas a tal fin, llamadas cañadas, las más importantes de las cuales pueden verse en el mapa.
La lana merina, como materia prima para la elaboración de paños, se convirtió en la base de una poderosa industria textil de tipo artesanal en muchas ciudades castellanas y catalanas, al tiempo que el resto se exportaba hacia los países del norte, especialmente Francia, Flandes e Inglaterra, territorios con los que Castilla estableció fuertes vínculos comerciales y políticos.
La sociedad era de tipo feudal, es decir, jerarquizada entre nobles y clérigos, como minorías privilegiadas y dominantes, y una masa de campesinos (mayoritariamente sin tierras en propiedad) que representaban más del 90% de la población. A nivel étnico, los cristianos eran el grupo dominante, pero también había judíos y musulmanes (mudéjares) muchos de los cuales se bautizaban para mejorar su posición social, denominándose a estos últimos moriscos.
Por lo que se refiere a la política, los reinos cristianos peninsulares, sin administración ni ejército permanente, se organizaban y mantenían a partir de vínculos de fidelidad establecidos entre los reyes y sus nobles principales a través del vasallaje feudal, cuyo alcance no siempre quedaba bien delimitado. Si a ello se une el hecho de que los territorios bajo vasallaje real eran considerados como un patrimonio personal del monarca, con la posibilidad de repartirlos, cambiarlos o cederlos de forma discrecional, es fácil de entender que las luchas intestinas por el poder y la rivalidad entre distintos pretendientes al trono, sobre todo en los siglos XIV y XV, no fueran infrecuentes y provocasen varias guerras internas en Castilla y Aragón.
Repasa y aprende el tema con la siguiente ficha resumen para completar:
5. El arte cristiano medieval
Durante la Alta Edad Media, el arte cristiano medieval se debatía entre la pérdida de las formas y técnicas de la gran tradición clásica griega y romana, por un lado, y la maestría con la que se manejaban, sobre todo a nivel técnico y decorativo, los artistas bizantinos y musulmanes. El arte visigótico en Hispania o el de los ostrogodos en Italia, no dejaron de ser remedos a pequeña escala de lo que fue un día el gran arte romano. El arte de los carolingios, reflejaba sin rubor la gran influencia ejercida por el gran arte suntuario bizantino. Mientras tanto, en Francia y otras regiones de la Europa altomedieval, como Asturias o la Lombardía italiana, comenzaban a surgir los elementos que poco a poco devolverían al arte europeo la unidad y la grandeza perdidas. A todos estos artes, en conjunto se les llama artes prerrománicos porque son la antesala de lo que será el primer gran arte europeo de la Edad Media: el arte románico.
5.1. El Arte Románico.
Este estilo surge y se expande por Europa occidental desde los comienzos del siglo XI. En arquitectura se caracterizará por el uso del arco de medio punto y la bóveda de cañón con arcos fajones. Como se construía en piedra, la bóveda resultaba muy pesada y debía descansar sobre un muro ancho y robusto, que se reforzaba mediante contrafuertes en el exterior y pilares en el interior, allá donde el arranque de los arcos fajones incrementaba la presión ejercida por la bóveda. Así, ante la imposibilidad técnica de abrir grandes ventanales en el muro, los interiores románicos eran oscuros y sobrios y, para contrarrestarlo, las paredes se cubrían de pinturas al fresco de colores muy vivos y líneas y formas bien perfiladas. Decoración que iba acompañada, sobre todo en portadas, capiteles y cornisas, de relieves en piedra de lineas claras y temas religiosos que, al igual que la pintura, debían enseñar mediante imágenes, lo que los fieles no podían leer en las sagradas escrituras, dado que eran analfabetos.
A continuación, una breve presentación sobre los aspectos más importantes de dicho estilo:
5.2. Arte Gótico
Una vez que se hubo formado y difundido por la mayor parte de la cristiandad occidental, el arte románico, y en especial la arquitectura, dio muestras pronto de una cierta incapacidad para resolver algunos problemas estructurales que se planteaban en los edificios más grandes cuando se trataba de ganar altura, anchura y luz. Hacia mediados del siglo XII, la bóveda de cañón, que descansaba sobre grandes muros de piedra reforzados por contrafuertes, va a ser sustituida por la bóveda de crucería, que permite distribuir las presiones ejercidas por el peso de cada uno de los tramos de la misma, hacia cuatro puntos en los que dichas fuerzas son recibidas y desviadas por grandes pilares en el interior y arbotantes en el exterior. Ello significaba poder prescindir del muro como elemento soportante y sustituirlo por galerías de arcos decoradas con fina tracería, y por grandes ventanales cuyas vidrieras de intensos colores, inundaban de luz el interior de los templos.
Este cambio en los métodos constructivos hizo variar la distribución de algunos de los elementos decorativos más característicos, especialmente los frescos que cubrían los antiguos muros románicos y que ahora se ven reducidos a la mínima expresión frente al avance de las vidrieras y la decoración esculpida. En consecuencia, se extenderá la utilización de la tabla como soporte para la pintura, lo que permitió a ésta una versatilidad y un desarrollo formal desconocidos durante los siglo anteriores, Tanto es así que se llegarán a definir varios estilos de pintura gótica: en algún caso serán el resultado de la propia evolución de la pintura románica, en otros recibirán una clara influencia bizantina (Italia) o serán producto de la confluencia de los dos anteriores. Por último, en Flandes surgirá un estilo propio basado en la utilización de la técnica al oleo que abrirá nuevas vías de desarrollo de la pintura, que alcanzarán su apogeo en épocas posteriores.
En Italia, la presencia por doquier de ruinas romanas y el recuerdo de un pasado esplendoroso, mantuvieron la vigencia del Románico (por considerar que entroncaba directamente con la tradición constructiva romana) e impidieron una difusión completa del Gótico. Fue, además el escenario en el que se iban a desarrollar una serie de avances técnicos y de cambios estéticos basados en los modelos clásicos que, a partir del siglo XV, acabarían dando lugar al Renacimiento. En el siguiente vídeo se puede ver con claridad cómo se articulan los elementos constructivos que dan lugar a la arquitectura gótica:
En este segundo vídeo se muestran las características más importantes de la escultura y la decoración en el arte gótico:
En España, el arte gótico, una vez superada la fase de imitación de los modelos franceses, encontró uno de los escenarios más creativos y variados en formas, especialmente en Cataluña, a partir del siglo XIV, y en el resto del territorio peninsular durante el siglo XV y el primer tercio del XVI. En la siguiente presentación se expone la evolución y las tendencias artísticas que caracterizan el gótico español desde finales del siglo XII hasta los comienzos del XVI.