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Historia del Arte (4): Siglos XIX y XX

Estos dos siglos, desde un punto de vista artístico, van a estar unidos a los profundos cambios económicos, sociales y políticos que traen consigo la Revolución Industrial y las revoluciones liberales, todas ellas protagonizadas por un grupo social que ya había destacado durante la época anterior: la burguesía.  Ésta demandará un nuevo tipo de arte cuyos rasgos esenciales van unidos al progreso técnico, el cual unas veces será aceptado, otras rechazado y, en ocasiones, denunciado por los nuevos creadores.  En cualquier caso, el dinamismo de los estilos, que van sucediéndose a un ritmo desconocido hasta entonces, acabará por convertirse en un rasgo esencial del arte de nuestro tiempo, al reflejar milimétricamente las transformaciones habidas en la realidad social y económica. 

A. El siglo XIX

1. El contexto histórico y su influencia en el arte

Tras la Revolución Francesa, se instala en Francia el régimen autoritario de Napoleón Bonaparte, cuyo ascenso político culmina en 1804, al proclamarse Emperador de los Franceses. La universalidad de las ideas y los principios revolucionarios le llevará a intentar forjar un imperio europeo que fracasará como proyecto personal, pero permitirá la difusión de las ideas liberales de la Revolución por todo el continente. El intento de frenar su expansión y combatirlas allá donde se manifiesten, por parte de los gobiernos absolutistas vencedores de Napoleón, reunidos en el Congreso de Viena (1815), no dará resultado. Después de tres estallidos revolucionarios (1820, 1830 y 1848), el liberalismo se convertirá en la ideología que, en mayor o menor medida, sustenta buena parte de los gobiernos de Europa a mediados de siglo. En el mapa se pueden observar los estados europeos hacia 1848, una vez que, salvo en Rusia y el Imperio Otomano, los regímenes constitucionales se han impuesto en la casi totalidad de ellos, poniendo fin así al Antiguo Régimen.

Europa hacia 1848

Al tiempo, los movimientos nacionalistas que surgen en Europa tras el Imperio Napoleónico, irán dando lugar a los estados nación que, durante este siglo y comienzos del siguiente, irán componiendo el mapa del continente. Así, tras el estilo neoclásico, más acorde con el gran proyecto imperial, llegará la exaltación de los valores, la lengua, el pasado histórico y las tradiciones propias de las culturas nacionales, que dejarán su huella en el arte en forma de estilos arquitectónicos de carácter historicista, como el neorrománico o el neogótico. Por similares motivos existirá una predilección por el género histórico en pintura y escultura, y la inspiración artística se buscará en los valores y formas de vida medievales que, según la percepción de los viajeros de la época, aún perviven en algunas regiones y países, especialmente en Oriente o el Norte de África.

En este panorama político y cultural incide el desarrollo de la Revolución Industrial que, desde Inglaterra, se expande por el continente e influye de forma determinante sobre la sociedad de la época, reforzando el poder económico y, en consecuencia, político, de la burguesía. Un enorme movimiento migratorio del campo a las ciudades (el éxodo rural) permitirá la consolidación del poblamiento y el modo de vida urbano, así como del sistema económico capitalista. Pero, al mismo tiempo, se producirá la aparición de la llamada clase obrera y de su movimiento reivindicativo, este último de la mano de los sindicatos y de las ideas de Marx y Engels, que culminará en el siglo XX con la Revolución Rusa y la implantación del sistema socialista en la Unión Soviética y otros países.

El reflejo de todo ello en el arte será evidente, utilizado tanto para expresar admiración por los cambios y los logros de la Revolución Industrial, como rechazo a sus consecuencias sobre la sociedad. Por vez primera veremos un arte en el que los temas religiosos y la exaltación del poder quedan relegados frente a los temas de la vida cotidiana y el paisaje. Además, el descubrimiento de la técnica fotográfica (1826) hace que los pintores se alejen de la representación fiel de la realidad para centrarse en el color, algo que la fotografía aún no era capaz de plasmar.

El Neoclasicismo, desde mediados del siglo anterior, es el estilo que impera en Europa al comenzar el siglo XIX. Pero casi desde sus inicios, el Romanticismo, esencialmente literario y pictórico, irá abriéndose paso, en parte como reacción a las normas y el excesivo academicismo de aquél, al tiempo que en Arquitectura, además de la recreación de estilos antiguos y medievales (Historicismo), los nuevos materiales que llegan con la Revolución Industrial (hierro y cemento), dan lugar a nuevos conceptos arquitectónicos que se desarrollarán de forma espectacular en el siglo siguiente.  En la segunda mitad de siglo, el Realismo primero, los prerrafaelitas ingleses, los macchiaioli italianos y los simbolistas franceses después, darán paso a la gran revolución pictórica del arte contemporáneo: el Impresionismo. El fin de siglo se verá, además, acompañado por el Modernismo, un estilo de líneas ondulantes que busca la elegancia decorativa en edificios que ya se levantan con materiales y técnicas modernas y versátiles.

Antes de pasar al estudio de las distintas artes plásticas del siglo XIX, conviene recordar, a través de la siguiente presentación, las obras y estilos que marcaron el paso de la Edad Moderna a la Contemporánea, principalmente a través del estilo neoclásico en arquitectura y escultura, y de la figura de Goya en la pintura.

2. La Arquitectura del siglo XIX.

Además del ya señalado Neoclasicismo, presente en la mayor parte de los países de Europa como estilo predominante hasta mediados de siglo, existen dos tendencias más que irán cobrando importancia a medida que transcurra el mismo: el historicismo y la llamada Arquitectura del Hierro.
El Historicismo se inspira en estilos antiguos, medievales o exóticos, buscando una espiritualidad que el arte moderno había perdido, o los valores que en la Edad Media forjaron las diversas identidades nacionales europeas. Está íntimamente relacionado con la estética romántica, por este lado, y con la expansión colonial y el contacto con culturas exóticas que cautivan por su autenticidad y riqueza de formas, por otro.

Con posterioridad apareció una cierta tendencia a asignar a cada neoestilo una función específica (neogótico para iglesias, neorrománico para colegios, neoclásico para edificios administrativos o conmemorativos, neomudéjar en España para las plazas de toros, etc.)
Finalmente, dentro de esta misma línea estética, surgió el Eclecticismo arquitectónico, en el que se unían elementos constructivos y decorativos de diferentes estilos en un mismo edificio.

La Arquitectura del Hierro refleja la evolución técnica que, de la mano de la Revolución Industrial, experimenta la construcción, con la incorporación de nuevos materiales como el hierro o el cemento armado. En un principio, estas edificaciones no eran consideradas arquitectura propiamente dicha, sino estructuras provisionales, debido a la ausencia en ellas de materiales nobles.
Desde mediados de siglo, sin embargo, la arquitectura del hierro se consolidará con la aparición del acero y el uso del cristal, lo que tuvo una gran repercusión sobre la forma y la estructura de los edificios. En un primer momento, estos materiales fueron utilizados por ingenieros en la construcción de los nuevos tipos de edificios surgidos con la Revolución Industrial, como estaciones de ferrocarril, fábricas, edificios para exposiciones, etc., así como en obras públicas como puentes o viaductos. Pero pronto se comenzaron a aplicar, por parte de los arquitectos, en edificios tradicionales como mercados, edificios de oficinas o viviendas.

La Escuela de Chicago es un grupo de arquitectos que, libres del peso de la tradición arquitectónica europea, y formado tras las actuaciones urbanísticas que se llevaron a cabo tras el incendio de 1871, comenzaron a levantar en las ciudades norteamericanas grandes edificios en altura con armazón metálico, que pronto se conocerían como rascacielos. En la escuela de Chicago apareció, además, el principio rector de la arquitectura del siglo XX que, expresado por Louis Sullivan, uno de los arquitectos más representativos del grupo, mantenía que «la forma sigue a la función», es decir, que en un edificio, la utilidad debe primar sobre la estética.

En relación al auge que adquieren las ciudades durante esta época, cabe destacar también la realización de grandes proyectos urbanísticos destinados a planificar el crecimiento de las mismas en la segunda mitad de siglo.  Entre ellos destacará la gran remodelación de París, llevada a cabo por el Barón Haussmann, en tiempos de Napoleón III, y en España el gran ensanche de Barcelona, diseñado por Ildefonso Cerdá, o el proyecto de Ciudad Lineal de Madrid, de Arturo Soria.

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El Modernismo surgirá en la última década del siglo XIX. Se trata de un estilo decorativista, refinado y elegante, muy del gusto de la orgullosa burguesía que, en este fin de siglo, remeda a la vieja aristocracia de otros tiempos. Las líneas son claras y cuenta con una gran profusión de elementos decorativos, tal como vemos en la  Casa Milá o la Pedrera, de Antonio Gaudí.

La arquitectura modernista incorporará sin reparos los avances técnicos y los nuevos materiales que ya se venían usando en la arquitectura del hierro, pero revalorizándolos estéticamente. La luz se convierte en protagonista, entrando en el interior por grandes ventanales con cristales muchas veces coloreados.
No existe uniformidad estética en los exteriores de los edificios modernistas, mostrando una gran libertad de volúmenes y formas a la que solo los elementos decorativos (que no llegan a ocultar la estructura arquitectónica) dan un sello de estilo.
En este sentido, cabe establecer dos tendencias dentro del Modernismo:

  • La ondulante, que se dio principalmente en Francia, Bélgica, norte de Italia y España (particularmente en Cataluña), se caracteriza por la profusión de elementos ondulantes, tanto en la decoración como en las formas generales e, incluso, en la estructura de los edificios. Sus dos grandes representantes serán Antoni Gaudí y el Belga Víctor Horta.
  • La rectilínea, que tuvo más presencia en países como Gran Bretaña, Austria y Alemania. En ella, como su nombre indica, predomina la línea recta y la decoración geométrica. El autor más renombrado fue el escocés Charles R. Mackintosh (Escuela de Artes de Glasgow)

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3. Evolución de los estilos pictóricos durante el siglo XIX

La pintura neoclásica alcanzará su culminación en la obra de Jacques-Louis David, quien sienta las bases de un academicismo que impondrá un respeto riguroso a las normas, tanto en los temas como en las composiciones, y que aún tendrá un largo recorrido con sus discípulos Gros o Ingres.
Contemporáneo de David, Francisco de Goya representará, por el contrario, una línea estética muy diferente, experimentando con las formas y el color hasta abrir nuevos caminos en el arte que le han llevado a ser considerado el gran precursor de la pintura contemporánea.

Pronto se verá cómo la senda iniciada por Goya será la más productiva desde un punto de vista artístico, influyendo ya desde las primeras décadas del siglo sobre los pintores adscritos al movimiento y a las ideas del Romanticismo, para terminar haciéndolo también sobre los iniciadores del movimiento pictórico más revolucionario del siglo: el Impresionismo. Y todo ello, pasando por la época realista, en la que géneros tan diversos como el paisaje o la realidad social, se comenzarán a ver desde una nueva óptica, que entronca más con la visión del mundo que tiene un pintor como Goya que con la tradición pictórica occidental.

Siguiendo un orden aproximadamente cronológico, exponemos a continuación los principales estilos y tendencias pictóricas que marcan la evolución de este arte a lo largo del siglo.

3.1. La pintura romántica

Si el ideario del movimiento romántico, nacido en Alemania, Francia y Gran Bretaña a finales del siglo XVIII, va a exaltar los sentimientos por encima de la razón, la libertad por encima de la norma y la naturaleza en todo su esplendor por encima del ser humano, la pintura será el medio idóneo para expresar con imágenes dichas ideas. Además, surge el interés por la historia nacional que, mezclado con las leyendas y mitos originarios, serán fuente de inspiración para los pintores. Todo ello frente al normativismo académico y la filiación imperial del neoclasicismo, con quien deberá compartir escenarios artísticos hasta mediados de siglo, cuando ambos cederán frente al empuje de nuevas formas de entender el arte.

De lo dicho anteriormente, se deducen fácilmente algunas de las características de la pintura romántica, como son:

  • Predominio de géneros como el histórico y el paisaje, adecuados para expresar emociones y sentimientos. Además, el paisaje no sólo es el escenario en el que se ubican los personajes, sino también el marco en el que se desatan las fuerzas de la naturaleza, los sentimientos y las pasiones, o en el que se desarrollan hechos heroicos o mitos de origen de las naciones.
  • Composiciones dinámicas, caóticas en algún caso, como expresión de ideas y sentimientos atormentados u opresivos.
  • Utilización del color no sólo para crear imágenes y formas, sino como medio expresivo, por su simbolismo (utilización de colores «tristes» como el violeta, el púrpura…). Así mismo, los pintores románticos intentan captar la luz por su capacidad de «evocar» recuerdos y sensaciones (por ejemplo la luz de un atardecer).

Además de Ingres (El baño turco), un pintor inicialmente academicista pero que evolucionará hacia la estética romántica, los autores más representativos son los franceses E.Delacroix (La matanza de Chios; la libertad guiando al pueblo)  y Th.Gèricault (El coracero herido; la balsa de la medusa), el alemán G.D.Friedrich (Viajero frente a un mar de nubes) y el inglés W.Turner (El último viaje del temerario; lluvia, vapor y velocidad).

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Hacia mediados de siglo, el Romanticismo fue cediendo en su impulso inicial frente a otras propuestas artísticas que, o bien eran más comprometidas con la realidad social que se iba conformando a medida que se desarrollaba la Revolución Industrial, o bien más innovadoras.

3.2. El Realismo y otras corrientes pictóricas de la segunda mitad de siglo

A finales de la década de los años 40 del siglo XIX surge en Francia, de la mano de Gustave Courbet (en la imagen inferior, el estudio del pintor), esta corriente pictórica, muy ligada a la literaria del mismo nombre. Muestra un claro rechazo tanto del academicismo, como de la huida de la realidad que proponía el Romanticismo.

Su meta es la representación objetiva de la realidad y, por lo tanto, abarcará una gran variedad de géneros, desde el paisaje, al que se adscribe la llamada Escuela de Barbizon (Th.Rousseau y E.Corot), hasta la crítica social por los excesos del maquinismo y la explotación de las clases trabajadoras, temática en la que destacará H. Daumier quien, además de pintor, fue uno de los primeros grandes caricaturistas.  Otro importante miembro de este movimiento pictórico será J.F.Millet, centrado en la representación del mundo rural francés, como se puede observar en una de sus obras más conocidas, las espigadoras.

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El Realismo, por lo tanto, y frente al Romanticismo, se centrará en lo cercano, en lo inmediato, valorando la realidad cotidiana en la que se desarrolla la vida de las clases populares, tanto campesinas como urbanas. No introducirá, pues, grandes innovaciones formales, sino un provocador cambio en los temas tratados anteriormente por los pintores, así como un interés por la pincelada que busca captar la esencia de la forma sin apoyarse en la línea, anuncio de lo que será el movimiento impresionista que llega a continuación.

En paralelo al Realismo francés, se producen en el resto de Europa tendencias de similares características formales, pero con grandes diferencias conceptuales, como son la pintura de los integrantes de la Comunidad Prerrafaelita en Inglaterra que, encabezada por Dante G. Rossetti, reclama la vuelta a los valores de sencillez y veracidad de las obras de los pintores  del Quattrocento, anteriores a Rafael. En Italia, será el movimiento de los Macchiaioli (los «manchistas») el que, a partir de una temática similar a la de los realistas, practicaron una técnica pictórica muy innovadora basada en la aplicación de manchas de color sobre el lienzo, tratando de captar los efectos de la luz sobre los objetos, lo que, en cierta medida, va a anticipar el Impresionismo.
En las dos últimas décadas del siglo, y coincidiendo en el tiempo con éste último, se desarrollará en Francia el Movimiento Simbolista que, desde la literatura, promoverá el surgimiento de una corriente pictórica que trata de representar un mundo misterioso, oculto tras símbolos aparentemente inocentes, utilizando para ello una técnica realista, aunque con colores distorsionados en ocasiones. Rechazaba la visión directa de la realidad y su representación objetiva, que eran rasgos comunes del Realismo y, como veremos, del Impresionismo. En la imagen inferior, La Esperanza, del pintor simbolista Puvis de Chavannes.

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Por último, cabe mencionar el mantenimiento, durante la mayor parte del siglo, de una pintura academicista que, sin aportar innovaciones y con un carácter en ocasiones repetitivo, producía, no obstante, cuadros de una elevadísima calidad.

3.3. El Impresionismo

Podemos establecer el inicio de este movimiento pictórico en el año 1874, cuando un grupo de pintores reúnen una serie de obras para realizar una exposición colectiva independiente en un local de París. Uno de los críticos más afamados del momento, Louis LeRoy, fue especialmente duro con la técnica empleada por la mayor parte de dichos pintores, a los que denominó «impresionistas» utilizando de forma peyorativa el título de uno de los cuadros de la exposición «Impresion, soleil levant».

Claude_Monet,_Impression,_soleil_levant

Claude Monet era el autor del mencionado cuadro y uno de los líderes del grupo. Además estaban Pierre A.Renoir,  Camile Pissarro, Edgar Degas, Alfred Sisley y, como precursor y simpatizante del grupo, Edouard Manet. Un cuadro de este último, «Dejèneur sur l’herbe» , de 1863, había suscitado una gran polémica por su pretendido carácter inmoral (el desnudo femenino sólo era admitido socialmente para representar diosas de la antigüedad o figuras alegóricas), por la incomprensible reunión de cuatro personajes en un bosque en la ribera de un río, y por la técnica utilizada que, sin ser completamente novedosa, se basaba en grandes manchas de colores puros, sin medios tonos.

Édouard_Manet_-_Le_Déjeuner_sur_l'herbe.jpg

En el Impresionismo, el objetivo primordial va a ser captar el momento o la impresión que el pintor recibe de su entorno en un momento determinado. Impresión que, lógicamente, dependerá de aquello que, en cualquier escenario es, por naturaleza, cambiante; es decir, principalmente la luz y el color.
En consecuencia, es imprescindible utilizar para ello, técnicas de pintura rápida y, de forma preferente, al aire libre, lo que relega a un segundo plano el trabajo en el estudio. Se aplican pinceladas rápidas de colores puros, que no se mezclan en la paleta, sino en la retina del observador, lo que supone una ruptura absoluta con lo que había sido la técnica pictórica del pasado, con la supresión casi total de la línea y el dibujo.
Se centrarán, pues, en aquellos motivos que están sujetos a cambios y fluctuaciones permanentes, como la corriente de los ríos, el oleaje del mar, los prados y los árboles azotados por el viento, etc.  De ahí las series de pinturas tan del gusto de pintores como Monet (debajo, fachada de la catedral de Rouen por la mañana y detalle de la portada al atardecer), ya que la luz cambia los colores y éstos, a su vez, el objeto.

En las imágenes inferiores, Le Moulin de la Galette, de Renoir, la Gare de St.Lazare, de Monet, la bailarina esperando, de Degas, y la vista del sena, de Pissarro, se pueden observar algunos de los rasgos antes indicados.

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    Así pues, la aparición de la fotografía en la primera mitad de siglo, había liberado a la pintura de la fiel reproducción de la realidad, y para los impresionistas y los pintores del siglo siguiente, esto suponía la posibilidad de plantearse nuevos objetivos, esto es, de obtener, a partir de medios estrictamente pictóricos, resultados que no puedan obtenerse de ninguna otra manera.
Esto llevó al surgimiento de nuevas corrientes y artistas, más o menos ligados al Impresionismo o derivados de él que, como el Puntillismo o los pintores postimpresionistas, empleaban técnicas novedosas y abrían nuevas fronteras al arte.

3.4. Puntillismo, Postimpresionismo y Pintura Modernista

Georges Seurat fue el iniciador del Puntillismo, que consistía en pintar mediante la aplicación de pequeños puntos de colores complementarios que se mezclaban en la retina del observador y permitían resaltar los efectos de la luz en sus diversas intensidades. un ejemplo de ello lo podemos ver en una de las obras más conocidas de esta corriente, un domingo de verano en la Grande Jatte, debajo de estas líneas.

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Otros autores puntillistas son Paul Signac y el ya mencionado Pissarro, en alguna de sus obras. Posteriormente se vería superado por tendencias pictóricas mucho más atrevidas tanto en los aspectos formales como en los conceptuales, de tal forma que quedó como una corriente sin continuidad.

El Postimpresionismo se presenta, a un tiempo, como continuidad del Impresionismo y como superación de las limitaciones de éste. Paul Cézanne (1839-1906), Paul Gaugin (1848-1903) y Vincent Van Gogh (1853-1890) serán quienes, a través de su particular forma de entender el arte, marcarán la evolución posterior de la pintura por tres vías diferentes que irán bifurcándose y confluyendo indistintamente, dando lugar a lo que conoceremos como Vanguardias. Se trata pues, de los tres grandes precursores de la pintura del siglo XX.
Para Cézanne, cada pincelada o mancha de color tiene carácter estructural, es decir, compone la imagen final y, por lo tanto, la forma es primordial. De su pintura, arrancará el Cubismo. Abajo, el Monte de Santa Victoria.
Gauguin entiende el color como signo, y cada relación o contraposición de colores tiene carácter simbólico, lo que permite transmitir mensajes (abajo a la derecha, Maternidad). Ello dará paso al Fauvismo.
Finalmente, Van Gogh no representa la realidad, sino que la construye, la materializa pincelada a pincelada, la cual es sinuosa y cargada de color, pastosa incluso, de tonos vibrantes. Su pintura es, pues, expresión, y abrirá la vía que desemboca en el movimiento expresionista. En la imagen inferior, Carretera en Auvers tras la lluvia.

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Henri de Toulouse-Lautrec fue un dibujante y pintor de trazo nervioso y rápido, famoso por sus cuadros, grabados y carteles de temática siempre relacionadas con los ambientes nocturnos y festivos de la ciudad de París.
Aunque se le incluye habitualmente dentro del postimpresionismo, fue un autor de muy difícil clasificación, puesto que sus conceptos pictóricos remiten también al realismo e, incluso, en algún momento, al modernismo.
En sus obras, se interesó principalmente por reflejar el mundo femenino que poblaba dichos ambientes nocturnos, en toda su crudeza y amargura. Su obra Salon Rue des Moulins, abajo a la izquierda, es buen ejemplo de lo dicho.

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Finalmente, y aunque su obra se reparte por igual entre los dos siglos y se adscribe al Modernismo, cabe mencionar la figura de Gustav Klimt. Tiene un estilo muy personal, en el que hace uso de colores dorados y abundante ornamentación. Uno de sus géneros más recurrentes es el retrato y el desnudo femeninos, en la consideración de la mujer como símbolo del gran árbol de la vida. Arriba a la derecha, su obra Judit con la cabeza de Holofernes.

4. La escultura en el siglo XIX

La escultura va a alcanzar en el siglo XIX un auge desconocido gracias a que todos los espacios y rincones de pueblos, villas, ciudades y cementerios, se poblaron de estatuas. Formaban parte de monumentos conmemorativos y edificios emblemáticos, así como de las tumbas y otros monumentos funerarios.
No obstante, a diferencia de lo que ocurrió con la pintura, las innovaciones formales fueron escasas, y cuando las hubo, estuvieron subordinadas a los movimientos pictóricos del momento.

Autores como el francés Jean Baptiste Carpeaux y el belga Constantin Meunier hunden claramente sus raíces en el academicismo, pero evolucionan hacia interpretaciones más libres de las normas académicas, especialmente en el caso del belga.

Tendrá que llegar Auguste Rodin (1840-1917) para que la escultura conozca una auténtica revolución formal que la adentrará en el siglo XX. Está considerado como el escultor más importante e influyente desde Bernini, aunque en su obra aparecen claras influencias tanto contemporáneas, que recibe del Impresionismo y se manifiestan sobre todo en el acabado irregular de sus estatuas, como antiguas, a destacar las que recibe de la escultura de Miguel Ángel, en su tratamiento del cuerpo humano o en el valor expresivo de las figuras inacabadas.

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En su obra El Beso, que formaba parte de un conjunto mayor inspirado en la Divina Comedia, además de los rasgos descritos anteriormente, destacan también otros muy presentes en la obra de Rodin, como son la fuerza y la esbeltez de los cuerpos, tanto masculinos como femeninos, así como un interés por conjugar la forma y el mensaje que se quiere transmitir.

Como complemento de la información anterior, la siguiente presentación expone los rasgos más característicos y las obras más importantes correspondientes a los diversos estilos y corrientes artísticas del siglo XIX.

 

B. El siglo XX

En el siglo XX, la arquitectura evoluciona rápidamente hacia formas organicistas que la convierten, más que nunca, en una arte plástica. Por su parte, la pintura mantiene la dinámica iniciada a finales del siglo anterior, que hace que las formas y el propio concepto de pintura, evolucione por caminos nunca antes seguidos (las «Vanguardias«) hacia lo novedoso, lo original y lo provocador (en el amplio sentido de la palabra). Con la escultura ocurre algo muy parecido.  En la siguiente presentación, de forma muy resumida, podemos hacernos una idea del esquema de dicha evolución formal y conceptual del arte del siglo XX:

 

3 Respuestas a “Historia del Arte (4): Siglos XIX y XX

  1. Sarita

    08/06/2019 at 21:45

    Súper me encanto de mucha utilidad. Execelente servicio

     

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