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A las familias y a todo el alumnado

22 Abr

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A las familias

Mi intención con esta entrada es contribuir a disipar, en la medida de lo posible, la sensación de confusión y desbordamiento causadas en la educación española y, específicamente, en la madrileña, por el estallido de la pandemia por CoViD-19 y el subsiguiente confinamiento en casa que estamos viviendo. Desde el comienzo de la crisis, son muchos los frentes que convergen en la educación, aunque no se hable tanto de ellos en los medios, o se hable tan solo del barniz superficial que la recubre. Por eso, quizás sean convenientes algunas aclaraciones antes de afrontar la recta final de curso.

En casa, habréis sido testigos directos de uno de esos frentes, que es el que incumbe a vuestros hijos, los alumnos, a los que una tormenta de truenos y tareas está inundando cada día. Un frente que compartís con otros que tenéis abiertos en cada casa, que pueden ser muy distintos y, entre todos, dejar una sensación de caos que la mayoría compartimos estos días.
Por eso, entiendo la preocupación por la confusión creada con la interacción de cada alumno con varias plataformas distintas y con la multiplicidad de tareas que, a través de diversos medios, les van llegando desde las distintas asignaturas. Entiendo también que debía haber sido la Consejería de Educación la que tenía que haberse puesto en contacto con todas las familias y con el profesorado para marcar las directrices a seguir en función de los medios disponibles, pero lo cierto es que esto no ha sucedido y, a falta de instrucciones claras y «herramientas» comunes y eficaces hasta el momento, nos hemos visto en la obligación de improvisar un cambio radical de una educación presencial a una formación a distancia sin infraestructuras. Todo ello, además, al mismo tiempo que la administración solicitaba decenas de papeles e informes al profesorado, lo que ha provocado una cierta precipitación en la adopción de medidas educativas por parte del centro.

En un principio, todo se tuvo que implementar desde la plataforma Educamadrid y la aplicación Raíces / Roble, ambas institucionales. Una vez comprobadas sus carencias, tuvimos que recurrir (en algún caso ya se utilizaban) a herramientas más operativas; días más tarde, nos encontramos todos, profesores y alumnos, con que la Consejería, tras llegar a un acuerdo con Microsoft, había volcado todos nuestros datos en la aplicación Teams, con la que podíamos empezar a trabajar. A estas alturas, el número de plataformas y aplicaciones usadas por cada profesor mediaba las tres o cuatro, no necesariamente las mismas. Esto ya era un problema, multiplicado en el caso de los alumnos, pero se añadieron otros dos: Por un lado, dicha aplicación era absolutamente desconocida para la mayoría, por lo que teníamos que familiarizarnos con ella hasta poder sacarle algún provecho; en segundo lugar, faltaban numerosos alumnos en cada grupo, por lo que tampoco podíamos utilizarla como alternativa a una clase presencial o a otra plataforma. Mientras tanto, pasaba el tiempo y se nos apremiaba para que enviásemos tareas a los alumnos y mantuviéramos el contacto con ellos, lo que acrecentó la carga de trabajo y el lío por parte de profesores y, sobre todo, de los alumnos y las familias que recibían la información y las tareas en casa.

Por todo ello, desde un primer momento se consideró que la opción más directa de comunicación con alumnos y padres, mientras nos íbamos familiarizando con las diversas plataformas, era exponer las tareas de cada departamento y las direcciones de correo del profesorado en la página web del centro, para que todos tuvieran acceso al documento informativo y pudieran plantearse las dudas surgidas. Sin embargo, era difícil compaginar el distinto ritmo al que iban las clases de un mismo nivel, por lo que, al menos desde el departamento de Geografía e Historia, se hizo de forma general, con la idea de que cada profesor especificara, a través de diferentes medios, con mayor detalle las tareas. Y, repito, todo ello, al tiempo que se corregía, se cumplimentaba una burocracia infinita y nos íbamos formando en las nuevas utilidades informáticas, y a la espera de las instrucciones definitivas de la Comunidad de Madrid.

Éstas, por fin, se publicaron ayer. Según las mismas, el curso debe continuar bajo la modalidad de educación a distancia hasta nueva orden, reforzando lo aprendido hasta ahora desde el inicio de curso y haciendo hincapié en los conocimientos esenciales que permitan a los alumnos continuar con garantías los cursos venideros. En ningún caso, los contenidos trabajados durante esta última evaluación a distancia (salvo cambio drástico de las circunstancias de salud pública y vuelta a la normalidad en un tiempo prudencial), podrán suponer un menoscabo de las notas obtenidas en las dos primeras evaluaciones.

En este punto, conviene hacer una serie de observaciones a las instrucciones publicadas ayer que considero necesario que todos entiendan.

  • La enseñanza a distancia, replicando el modelo de educación presencial de grupos de clase con ratios en torno a 30 alumnos y con totales por profesor que oscilan entre 150 y 200 alumnos, es inviable si no se dispone de los medios adecuados y no se distribuyen funciones educativas que realiza un único profesor en educación presencial, entre un equipo de profesionales especialistas en educación o formación a distancia. No por falta de preparación, sino por falta de tiempo material y de recursos eficaces. Dicho de otra manera: demasiados alumnos para una educación personalizada a distancia eficaz, teniendo en cuenta la edad y las necesidades educativas del alumnado.
  • A lo anterior se suma el hecho de que para llevar adelante una educación a distancia se requieren herramientas que cumplan dos requisitos: Han de ser comunes y conocidas tanto por profesores como por alumnos, para evitar pérdidas de tiempo en los cambios de una a otra, y concentrar esfuerzos; y han de ser eficientes, es decir, que funcionen realmente y se adecuen a las necesidades educativas de cada nivel y grupo de alumnos.
  • En tercer lugar, es necesario que el alumnado cuente con los medios adecuados, tanto materiales como de tiempo y entorno, que permitan que todos puedan aprovechar por igual este tipo de enseñanza. Si no es así (y una Tablet o un móvil es evidente que no es suficiente), habrá una diferencia insalvable que perjudica a los menos favorecidos en este sentido y beneficia a los que cuentan con más medios. No hemos de olvidar aquí que estamos hablando de educación pública y del principal objetivo de la misma: dotar a los miembros de la sociedad de la necesaria igualdad de oportunidades que garantice la libertad individual.

Es evidente que no se cumplen dichos requisitos, por lo que, subsanar las carencias inevitables que se han puesto de manifiesto en esta situación, exige un gran esfuerzo por parte de todos. Así, por lo que toca al profesorado y las familias, debemos comprometernos con el objetivo de sacar adelante este curso de la manera menos lesiva posible para nuestros hijos y alumnos.

Para lograrlo, son necesarias, además del imprescindible trabajo, tres actitudes: colaboración, comunicación y comprensión. Una colaboración constante entre el profesorado y las familias para que los alumnos se formen y eduquen en un clima de confianza en lo que están haciendo. Y para ello es imprescindible la comunicación permanente, con el fin de eliminar posibles malentendidos, disipar dudas y conocer las circunstancias en las que estamos trabajando todos, es decir, que permita y promueva la comprensión mutua entre profesorado y familias. Con estas actitudes, irá llegando un cierto equilibrio entre el trabajo encomendado y las posibilidades de llevarlo a cabo sin agobios, y con él, la necesaria calma.

Por ello, ante todo, quiero pedir tranquilidad y que así se lo transmitan a sus hijos. Ellos deben hacerse responsables de sus tareas para el instituto, y deben hacerlo para aprender, no tanto para sacar unas notas determinadas. En estos momentos estamos viendo cómo las prioridades que habíamos acabado teniendo en nuestra vida personal y social, se han visto trastocadas y, en muchos casos, hemos comprobado que no estaban en el orden correcto. Esperemos poder aprender entre todos.

Aulas vacías

A los alumnos

Es muy posible que, durante estos días, muchos de vosotros estéis asistiendo, preocupados o directamente afectados por ella, al discurrir cotidiano de una pandemia global de las que suceden cada mucho tiempo. Vuestras rutinas habituales, vuestros planes y expectativas, vuestra forma de ver la vida, se han visto alteradas por el dichoso virus. El instituto, que era algo así como vuestro segundo hogar, en el que ocupabais la mañana, se ha cerrado, y ahora el tiempo que pasabais en él, lo debéis dedicar a tareas interminables que os llegan por diversas vías desde ese nuevo instituto “virtual” que se ha trasladado a internet. Seguro que muchos estáis agobiados porque los cambios son muchos y el trabajo se multiplica precisamente cuando las condiciones no son las ideales.

Por eso, a este respecto, me gustaría comentaros dos cosas:

  • En primer lugar, aunque os parezca todo un caos, en el fondo hay un orden que debéis descubrir. Se hace mediante una destreza que se llama organizar. Es muy importante en nuestra vida, aunque lo entenderéis mejor en el futuro, cuando tengáis múltiples responsabilidades que ahora ejercen otros miembros de la familia. Pues bien, tratad de poner orden en el caos, buscad el tiempo necesario y sacad adelante esa capacidad organizativa que todos tenemos y que tan útil nos resulta. Sé que es difícil, pero no creo que lo sea más que manejar el mando de la play o el móvil, al mismo tiempo que os fijáis en una pantalla en la que se mueven decenas de imágenes que tenéis que controlar.
  • En segundo lugar, debe quedar muy claro que todo este conjunto de tareas que se os pide que hagáis en casa tienen un doble fin: aprender conocimientos que nos sirvan para comprender mejor el mundo en que vivimos, por un lado, y mantener la actividad y el contacto con la asignatura, aunque sea a un ritmo más pausado.

Es posible que algunos no comprendáis aún la importancia que tienen en vuestra vida los contenidos que aprendéis, pero en distinta medida y con distintos fines, todos y cada uno de ellos, son importantes. Y más en estos días en que la ciencia y los profesionales que investigan o que ejercen según sus pautas, son claves para salvarnos de la situación tan dura que estamos atravesando. La biología que estudia los virus para conseguir vacunas, las matemáticas que permiten establecer modelos estadísticos para actuar contra la enfermedad, la tecnología, la física y la química que respaldan todos los inventos y medicamentos que permiten a los médicos atender a sus enfermos, la lengua, tanto propia como extranjera, en la que nos comunicamos con propiedad y sin equívocos en estos momentos  en los que no se puede perder el tiempo en malentendidos y divagaciones, la historia que pone a disposición de los científicos experimentales datos específicos de episodios vividos en el pasado que nos pueden enseñar muchos aspectos importantes, la geografía que establece la relación entre la expansión del virus y las características de los territorios en que lo hace, la educación física que nos permite mantenernos en forma y evitar muchos problemas de salud en el futuro, la música con la que pasamos largos ratos de necesario reposo y abstracción personal, al tiempo que libera y organiza nuestra mente… Podríamos seguir así con el resto de materias. Todas contribuyen de una forma u otra a que vivamos mejor. Todas nos permiten mantener ágil nuestra mente.

Espero que este tremendo episodio por el que estamos pasando, consiga al menos que dejemos de plantearnos para qué sirve lo que estudiamos. Aquellos que utilizaban este cuestionamiento para no estudiar, se han quedado sin excusas. Todo es importante. Todo sirve. Si no estudio, no sólo me hago un daño a mí mismo, sino que se lo hago a toda la sociedad. Y si no puedo con todo, porque hay asignaturas que me resultan muy difíciles, pido ayuda. Porque, como estamos viendo estos días, si todos colaboramos, todos salimos hacia adelante.

En definitiva, mantengamos ante todo la calma, miremos a nuestro alrededor con la confianza en que todo va a salir bien, y colaboremos en ello, aun contando con pérdidas importantes en nuestra vida. No deberíamos dejar pasar la ocasión que tenemos de aprender, responsabilizarse y madurar. Los momentos duros son los que más enseñan, si sabemos cómo aprender. Ánimo, que ya queda menos.

 
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Publicado por en 22/04/2020 en Geografía

 

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