Los efectos de la borrasca Gloria en el litoral mediterráneo español han sido, como hemos podido ver a través de las imágenes de distintos medios de comunicación, devastadores. Vienen a sumarse a los que ya se sufrieron en el Mar Menor durante el otoño pasado hasta en dos ocasiones, debidos en aquellas ocasiones a sendas DANA’s o fuertes borrascas. Playas y paseos marítimos desaparecidos, graves inundaciones en las llanuras litorales, vertidos de todo tipo al mar, etc. Pero, quizás, una de las imágenes más impactantes ha sido la del delta del Ebro, prácticamente tragado por las aguas del mar tras el paso de Gloria, tal como podemos ver en las siguientes imágenes de satélite que muestran el antes y el después de la borrasca.
Descendiendo a una altura que nos permita ver los detalles de tal evento, no dejan de impresionarnos las imágenes que se muestran en el siguiente vídeo del diario La Vanguardia
¿Es posible que el delta del Ebro haya desparecido bajo las aguas, haciéndose realidad alguno de los peores presagios de aquellos que nos avisan de las consecuencias del cambio climático? Y, por otro lado, ¿en qué medida es el calentamiento global, a través del ascenso del nivel del mar, el responsable directo de esta catástrofe, como escuchamos a menudo? A la primera cuestión respondemos con un no, aunque no demasiado rotundo; más bien habría que decir «aún no». La respuesta a la segunda es más compleja, puesto que el ascenso más que evidente del nivel del mar por el calentamiento global habría influido en lo ocurrido, pero no sería la única causa. En cualquier caso, lo que sí podemos asegurar es que la actividad humana ha favorecido y ha precipitado esta situación.
Para entender mejor lo ocurrido y acercarnos a las causas últimas, hay que entender el delta del Ebro como un sistema dinámico y activo, que trata de buscar un equilibrio entre los elementos y procesos que lo componen: el agua dulce que el río Ebro recoge en su amplia cuenca, la gran cantidad de sedimentos que transporta, su acumulación en la desembocadura y el agua salada del mar Mediterráneo, que retrocede lentamente ante el avance de los sedimentos que, una vez depositados, van definiendo la línea de costa. Esto es lo que ocurriría en su estado natural, pero desde hace varios siglos, la actividad humana en la cuenca introdujo ciertos cambios en algunos de los procesos del sistema, que acabaron repercutiendo en el resto. El primero de ellos fue la deforestación que sufrió la cuenca del Ebro desde la antigüedad (cuando, según ciertos indicios, en lugar del delta, pudo haber existido en la zona un estuario), que alcanzará su momento álgido en los siglos de la Edad Moderna. Ello tuvo como consecuencia directa un aumento de los aportes sedimentarios que hizo avanzar el delta de forma notable hasta el siglo XIX, cuando se creó el perfil actual del delta y se inicia una explotación intensiva del mismo.
Sin embargo, a partir del siglo XX, la construcción de embalses en la cuenca del Ebro, cambiará las cosas. No solo regularán y retendrán el agua del río y sus afluentes, sino también los sedimentos aportados en la desembocadura. Esta será la principal razón por la cual, el delta iniciará un proceso de estancamiento primero, y de retroceso después, por la acción de la erosión marina. El equilibrio inestable que mantenía el crecimiento del delta se ha roto, y ahora el ritmo de aporte sedimentario es inferior al de erosión marina, por lo que, para evitar una progresiva desaparición de este riquísimo paisaje natural, se han iniciado planes para devolver al delta los aportes perdidos con la construcción de embalses, tal como se indica en el esquema inferior.
Por lo tanto, lo sucedido en el Delta, no es una sorpresa. De alguna manera todos esperaban que ocurriera algo parecido en cualquier momento, sin necesidad de un brusco aumento del efecto invernadero y el consiguiente calentamiento global. Ahora bien, la mayor frecuencia, la extemporaneidad y la mayor intensidad de episodios como el que acabamos de vivir, debidos al cambio climático, sí tendrán consecuencias previsibles, como son la aceleración del proceso de pérdida y retroceso de los terrenos sedimentarios que forman el delta y, en segundo lugar, el enorme coste económico que tendrán las medidas que vayan a adoptarse para intentar frenarlo. Así pues, no son halagüeñas las expectativas para el delta de cara a un futuro no demasiado lejano y, por lo tanto, la respuesta, ahora mismo, a la pregunta que nos hacíamos en el titulara de la entrada, bien podría ser, a medio plazo, afirmativa.
En el siguiente vídeo se pueden ver con más detalle los efectos de la borrasca Gloria comparando las imágenes recientes con otras anteriores al paso de la misma.