Hoy, Primero de Mayo, se celebra en todo el mundo el día de los trabajadores. En las clases de Geografía estamos acabando el tema de la población con el estudio, precisamente, de la estructura de la población activa en España y de su reflejo en la dinámica demográfica; así como del importante problema del paro que angustia a muchos, demasiados, españoles en la actualidad. Por otro lado, en las clases de Historia de 4º de ESO, no hace mucho que estudiábamos la Revolución Industrial y uno de sus efectos «colaterales»: el trabajo infantil en minas y fábricas. Pues bien, con la serie de documentos que os enlazo a continuación, podréis ampliar datos y conocimientos generales sobre todos estos temas.
Comencemos por un artículo de prensa digital del Huffington Post en el que se exponen los datos generales sobre la población activa y el paro en España a día de hoy. Para acceder a él pincha en la siguiente imagen:
En segundo lugar, centrémonos en la siguiente gráfica. En ella se muestra la evolución de la Tasa de Desempleo en España durante el último sexenio, con referencia a los factores explicativos de los dos principales repuntes el paro mostrados en ella, el primero de carácter económico (el estallido de la burbuja inmobiliaria) y el segundo de carácter político-social (fin de los estímulos públicos -Plan E- y nueva reforma laboral):
Es bien sabido que, siendo datos preocupantes, tras ellos se esconde uno aún más grave, como es el elevado paro juvenil (entre 16 y 24 años) español, muy comentado en los ambientes mediáticos y políticos del país. En este sentido, el siguiente artículo de Wiliam Chislett, investigador asociado del Real Instituto Elcano, publicado el pasado 20 de abril en el diario digital El Imparcial, viene a suavizar, no obstante, la dureza del dato que se utiliza comúnmente para cuantificarlo:
Muy diferentes son los problemas en otras partes del mundo. En Bangladesh, el paro juvenil no es una de las prioridades de un gobierno que tiene como misión más acuciante alimentar a toda su enorme y creciente población (más de 1.200 hab./Km.2). Sin embargo, las condiciones de trabajo en que varios millones de niños ven discurrir su cotidianeidad, mueven a pensar en el futuro de sus vidas y del país entero. En el siguiente enlace podéis ver un vídeo elaborado y publicado por el periódico la Vanguardia en el día de hoy,en el que se muestran las sombras de un pasado muy presente. Después del vídeo, el artículo de la Vanguardia con la entrevista a uno de estos niños bengalíes se compara con la declaración de una niña trabajadora en la Inglaterra del siglo XIX. Las semejanzas entre ambos textos son punzantes. Observad:
Y, a continuación, primero la entrevista de la Vanguardia:
Ruman: «Salgo a jugar cuando se va la luz en la fábrica»
Sin zapatos. Sin guantes. Ni cascos, ni lentes de protección. Así cada día se enfrenta Ruman a su jornada de trabajo. Él ya es uno de los trabajadores más veteranos del galpón 2, donde comenzó hace 5 años, cuando apenas alcanzaba los 7. Al escuchar la sirena a la siete de la mañana, Ruman corre cada día hasta la puerta de la fábrica, que no es más que un galpón improvisado de tres pisos, en el que se reporta una temperatura promedio de 40 grados, combatida por dos ventiladores huérfanos de la mitad de sus aspas. La luz natural suele colarse con timidez por las cuatro ventanas dibujadas en las paredes y que han sido tapadas por grandes carteles de distinta publicidad electoral. Esta improvisada empresa es una de las 600 que funcionan en la capital de Bangladesh, donde los niños entre 5 y 12 años representan la mano de obra más barata del mercado. El Ministerio del Trabajo asegura que sus sueldos equivalen al 30% del presupuesto familiar.
– ¿Cómo es tu día a día? Mi mamá nos despierta a mi hermano y a mí a las seis de la mañana para que podamos ducharnos y salir a trabajar. Y así estoy hasta que se hace de noche y salimos corriendo a cenar a nuestra casa.
– ¿En qué consiste tu trabajo? Soy el encargado de hacer ollas pequeñas. Los trabajadores más grandes nos pasan las láminas y nosotros las moldeamos. Nos sentamos en el suelo y vamos dando con un martillo a las piezas para que alcancen la forma que nos pide el jefe.
– ¿Cuándo comenzaste a trabajar? A los 4 años ya iba al mercado a vender. Luego cumplí 5 y ya pude venir a la fábrica.
– ¿Se gana más? Claro, antes no llegaba ni a los 4 dólares.
– ¿Te dan uniforme para venir a trabajar? No, nunca. A ninguno. Venimos solo con la ropa de casa, nos quitamos los zapatos cuando entramos a trabajar.
– ¿Por qué? Porque aquí hay mucho polvo y se me ensucian para ir a la escuela.
– Cuéntanos, ¿En qué momento vas a estudiar? Una señora de Intervida convenció a mi mamá para que me dejara ir a la escuela que acababan de hacer aquí al lado de la fábrica. Así que esa misma señora habló con el dueño de la empresa para que me dieran permiso y a la 1 de la tarde voy durante una hora y media.
– ¿Y cuando juegas? Salgo a jugar cuando se va la luz en la fábrica. En ese momento salimos todos a la calle a jugar a la pelota.
– ¿Te gusta? Sí, mucho. Pero me gusta también ir a la escuela, ahí comemos y aprendemos a través de canciones.
– ¿Qué te gustaría ser de mayor? Dueño de una empresa, así como en la que trabajo. El dueño fue trabajador desde niño como yo, y quiero seguir su ejemplo. A él le tuvieron que cortar un dedo por un accidente que sufrió cuando tenía 12 años.
– ¿Y tú has sufrido alguna vez algún accidente? No, pero casi. Una vez se incendió una fábrica aquí al lado y debimos salir corriendo todos. Yo era más pequeño y por eso me caía de los empujones de los otros, pero pude salvarme.
– ¿En la fábrica trabajas tranquilo? No, una vez mi amigo sufrió un accidente en el pie, desde ese día me da miedo que me pase a mí.
– ¿Cuántos niños trabajan contigo? Dicen que como 300.
– ¿La fábrica te da comida? No, no. Yo como lo que traigo de la casa. Tampoco hay baños, ni agua.
– ¿Cómo lo haces? Salgo a la calle, tenemos mucha tierra afuera (risas)
– ¿Y qué haces con el sueldo que ganas? Se lo doy a mi mamá. Con eso comemos y compramos ropa para todos.
– Los domingos no trabajas en la fábrica, ¿Qué haces? Duermo. Duermo mucho. Casi siempre estoy cansado.
Y, por último, la declaración de la niña Sarah Gooder, de 8 años de edad, ante la comisión Ashley para el estudio de la situación en las minas inglesas, en 1840.
«Trabajo en el pozo de Gawber. No es muy cansado, pero trabajo sin luz y paso miedo. Voy a las cuatro y a veces a las tres y media de la mañana, y salgo a las cinco y media de la tarde. No me duermo nunca. A veces canto cuando hay luz, pero no en la oscuridad, entonces no me atrevo a cantar. No me gusta estar en el pozo. Estoy medio dormida a veces cuando voy por la mañana. Voy a escuela los domingos y aprendo a leer. (…) Me enseñan a rezar (…) He oído hablar de Jesucristo muchas veces. No sé por qué vino a la tierra y no sé por qué murió, pero sé que descansaba su cabeza sobre piedras. Prefiero, de lejos, ir a la escuela que estar en la mina.»